RECUERDO
DE MI PRIMERA COMUNIÓN que no pude dormir en toda la noche, repasando mentalmente el texto que tenía que
decir con la ofrenda del catecismo y ansioso por ponerme el traje de
marinerito. El traje era de mi primo, y los pantalones me estaban un poco
largos, pero a mí ir de grumete me hacía
más ilusión que al hijo de chanquete.
Todo
iba bien, hasta que subiendo al altar me pise el pantalón por detrás, y tras
trompicar un poco y agarrarme sin éxito a la falda de la niña que llevaba al
lado, me pegué un tortazo por la escalerita del altar que casi me parto la boca
en un escalón y en la segunda vuelta para abajo llegó el catecismo de la
ofrenda a la tercera fila.
Los
niños me saltaban por encima, o me esquivaban para seguir para su sitio en el
altar y Don Diego, que así se llamaba el cura, me
dijo:
-Venga
chaval no pasa nada, levántate y anda.
Yo,
lo mire de rodillas y le dije -Cuando encuentre el catecismo me levantaré o
¿quieres que te ofrezca en su lugar la sangre de una virgen?.
Cuando
me levanté tenía un agujero en el pantalón en las rodillas, y a mi madre casi
le da un jamacuco en el banco, porque tenía que volver a ponérmelo con un parchecito
para el corpus y porque ahora más que un marinerito parecía un náufrago.
Me
sacudí las rodillas, cogí lo que quedaba del catecismo que se había roto un
poco porque un niño lo pisó a mala idea, recogí también el otro librito que
trae un cierrecito dorado, deslié todos los nudos del cordoncito de la
medallita y me la puse como pude entre las manos, y así cojeando subí las
escaleras hasta mi sitio.
El
resto de ceremonia fue medio bien. Canté
la canción de “la espiga dorada por el sol”, la de “vamos caminando al encuentro del señor”
no la canté porque no tenía yo la rodilla para caminar mucho.
Llegó el momento de la comunión, todos los niños fueron pasando –El cuerpo de Cristo, -Amen, -El cuerpo de Cristo . –Amen ...y cuando llegó a mí, Don Diego se acordaría que yo ya llevaba una hostia dada y se quedó parado como meditando. Yo esperaba con la lengua fuera e intentando llamar su atención
Llegó el momento de la comunión, todos los niños fueron pasando –El cuerpo de Cristo, -Amen, -El cuerpo de Cristo . –Amen ...y cuando llegó a mí, Don Diego se acordaría que yo ya llevaba una hostia dada y se quedó parado como meditando. Yo esperaba con la lengua fuera e intentando llamar su atención
-ahhh ahhh, on iego, on iego, ehh ehh,
Él
volvió en sí, y en lugar de depositármela suavemente en la boca, me la tiró
para dentro como si fuese un disco de la playa, hizo un giro de muñeca y la tiro
dando vueltas hasta que me llegó a la campañilla. Allí se quedó pegada y a mí me entró fatiga y me daban arcadas.
El
resto de la comunión yo aprovechaba cuando los demás cantaban para carraspear y
toser y de tanto esforzarme casi vomité tres veces, hasta que en una de estas arcadas
excomulgué y la hostia cayó al suelo con tan mala suerte que el mismo niño la
pisó otra vez.
Cojeando con la rodilla to zollá y con los
ojos rojos y llorosos de los intentos de vomitar fui a ver a mi catequista que
esperaba en un banco. Le dije – Doña María, es la peor Hostia que me han dado
en mi vida, y no se todavía muy bien ¿por
qué? en lugar de reír Doña María, al mirarme, lloró desconsoladamente.
Decir
de las catequesis que lo más interesante eran nuestros enfrentamientos con el
tema del sexo. Doña María decía que si nos masturbábamos nos saldrían granos,
yo le decía que eso era imposible que si fuese así yo mismamente sería un grano
y me apellidaría Puch.
Por
otro lado, Don Diego no atacaba al acné sino directamente a los ojos, y nos
decía que si me masturbaba me quedaría
ciego con lo que me dejaba más tranquilo pensando que pararía cuando me
pusieran gafas. Hoy en día, este tema sí que le está preocupando a la iglesia y
se están planteando cambiar lo de llegar virgen al matrimonio por conformarse
con que lleguen virgen a la primera
comunión.
De
la celebración me acuerdo lo bien que lo teníamos estudiado mi madre y yo. Si
te da de regalo 1000 pesetas una estampita, 2000 ptas una fotito, y si te daba
5000 ptas podías dejarle que metiera el dedo en el agujerito del pantalón y te
tocara la herida de la rodilla.
Me
regalaron un montón de cosas repetidas, tres o cuatro figuritas de porcelana con
forma de paloma que decían: “En el día de tu primera comunión vendrán a verte
Paz, Esperanza y Consuelo”, Vaya mierda pensé yo, si por lo menos estuvieran
buenas y vinieran las tres juntas a hacerme un favor. También, me regalaron un
montón de bolis y plumas en estuchitos, terminé con más plumas que Boris
Izaguirre.
Algunas
veces mi madre se saltaba el protocolo previamente establecido y me
decía:
-Dale
a la tita Josefita una fotito, y yo -Que no mama que me ha regalado un boli, y
mi madre es igual -Dáselo, que le vamos
a tener que devolver el traje de marinerito lleno de boquetes. Yo le di la fotito
a regañadientes y le dije -Si no llega a
ser por mi madre, tú te vas con una mierda de estampita y ella me dijo que para
mierda el jamón que habíamos puesto, que más que blanco era albino.
Pero
entre todos los regalos destacó el de mi Padrino, un libro Grande, con otra
paloma en la portada y que estaba en blanco salvo una Frase en la primera
página que decía:
RECUERDO
DE MI PRIMERA COMUNIÓN, y yo continué
escribiendo: que no pude dormir en toda la noche, repasando mentalmente el
texto que tenía que decir con la ofrenda del catecismo y ansioso por ponerme el
traje de marinerito. El traje era de mi primo, y los pantalones me estaban un
poco largos, pero a mí ir de grumete me
hacía más ilusión que al hijo de chanquete….